DÍA 4: LIBERTAD

DÍA 4: LIBERTAD

No se valora hasta que se pierde, como muchas otras cosas. Libertad: una palabra sencilla, una palabra que cualquier persona sabe qué significa. Pero es en los matices donde la cuestión se complica.

El filósofo decía que estamos obligados a elegir y eso no nos permite ser libres. Debemos elegir desde el desayuno que tomamos, la ropa que nos ponemos, el recorrido para ir al trabajo, o incluso no acudir e irnos a vivir a un pequeño cerro, cultivando hortalizas y gallinas… La libertad es algo que necesitamos, que pedimos. Luego está el uso que le damos o si realmente exprimimos todo el jugo posible.

Hay lugares en que la más incuestionable connotación de este concepto está castrado y por una opinión, puedes ser duramente reprimido. En nuestra sociedad occidentalizada, europea, nos vanagloriamos de tenerla pero no sabemos siempre qué hacer con ella. Esperamos que alguien nos dé pautas acerca de cómo actuar. Elegir qué hacer conlleva consecuencias que no todas las personas están dispuestas a aceptar y asumir y se prefiere delegar dichas decisiones en supuestos líderes o personas carismáticas.

Habiendo lugares donde la libertad es una quimera, parece enormemente triste no aprovechar aquello que allí falta, para construir un camino que sea el deseado y no el que una marea lleva a recorrer. A los 20 años toca esto, a los 30 aquello, y a los 40… empieza el declive. Se mira a un lado y a otro para ver quién tiene qué o cómo evolucionan las vidas ajenas y así saber que estamos decidiendo bien o mal. Nos olvidamos de caminar nuestro sendero porque solo transitamos el que ya está pisado. Olvidamos ese regalo tan preciado como es la posibilidad de decidir según los propios sueños y deseos. La libertad es en gran medida una utopía. Se sostiene precioso en el papel, pero en una sociedad tan marcada por la pertenencia y la aceptación, su puesta en marcha es realmente compleja.

Conceptos como igualdad, amor, amistad, son tan sencillos de entender como complejos de explicar y más aún conservar. Y puede que la clave para poder entenderlos y vivirlos con armonía sea el buen uso de nuestra libertad.

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