EL ABISMO: RELATO Y AUDIO RELATO

EL ABISMO

En esta ocasión se trata de un breve relato lleno de acción y suspense y si llegas al final descubrirás algo sorprendente.

Se puede contemplar con angustia el forcejeo entre ambos. El miedo en el rostro de ella, la determinación en el semblante de él. A más de 100 metros del precipicio las rocas aguardan presionadas por las olas, como deseando acoger en su seno al perdedor del combate.

Ella siente temor por el desenlace. Él es más fuerte y tendrá que trenzar algún propósito para equilibrar su desventaja. Sus pies resbalan por la tierra, empujados por el hombre que con pertinaz insistencia, la arrastra hacia el vacío mientras la sostiene por las muñecas. Le mira suplicante a los ojos al tiempo que intenta contrarrestar la fuerza de su oponente, esperando que así no persista en sus intenciones. Él la mira por un instante y ella cree atisbar una suerte de clemencia pero no es sino un remedo de sonrisa, una mueca siniestra que transforma la escena en algo aun más inquietante.

La cornisa parece cada segundo más cerca a su espalda, apenas unos metros tras de sí. Sabe que no puede salir indemne de esa lucha y plantea una última medida desesperada. En lugar de impulsarse lejos del precipicio, detiene su empuje y se deja caer al suelo tirando de sus manos hacia abajo. Su rival está demasiado confiado y ella sabe que solo tendrá esa oportunidad. En ese instante el hombre a través de su propia fuerza y vigor pierde el equilibrio haciendo una extraña voltereta que le hace rodar hasta el precipicio. Ella queda suelta de su captor y rápidamente se pone en pie.

El hombre ha quedado asido a una rama que cuelga y se convierte en su único nexo con su existencia. Ahora la situación ha dado un giro inesperado. Es ella quien tiene al que iba a ser su verdugo, a su merced. Se admira que en ese viraje del destino él continúe mirándola con odio. Sabe que ella no tendría piedad con él porque tampoco la tuvo con su hija cuando la atropelló y se dio a la fuga. Murió en sus brazos en el hospital al día siguiente y juró venganza. Le costó encontrarla pero finalmente iba a conseguir lo que la jueza por falta de pruebas no logró.

Lamenta mientras cuelga de la rama el instante en que pierda la fuerza y el abismo se lo trague sin que se haya hecho ningún tipo de justicia. Ella entonces le mira con desdén. Se puede contemplar el destello en sus ojos, un brillo perverso y taimado regocijándose de la agonía del hombre. Ni siquiera se molesta en golpearlo. Tan solo espera con gesto impertérrito y cruel que la gravedad haga el resto.

Se oye un chasquido, como de huesos al romperse. Todo ha terminado. No lamenta la muerte de ese presuntuoso como tampoco le afligió la muerte de su hija. Solo celebra que ha salido ilesa y ya sabe que nadie podrá detener un instinto virulento que nota crecer cada día más en un lugar recóndito de su interior.

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