DÍA 2: INVISIBLE

DÍA 2: INVISIBLE

¿Cuándo empecé a ser invisible? ¿cuándo dejé de ser importante para los demás? ¿Por qué no encajo en ninguno de los sitios adonde voy? Cuando era solo un niño y veía películas de super héroes, de entre todos los poderes siempre deseaba el de la invisibilidad. Entrar a tiendas de «chuches» y coger las que quisiera hasta el empacho más grande, pasar al parque de atracciones gratis, o poder permanecer en un sitio escuchando a mis padres hablar sin que pudiesen esconderme la verdad de lo que realmente sucedía, sobre la enfermedad de mi madre, para que de algún modo, hubiese podido sumar fuerza y coraje para lo que vino. Maldecía a los adultos por su incapacidad para entenderme, y en su afán protector me introducía más y más en mi concha, y me refugiaba en esas películas de hombres invisibles en los que me deseaba convertir…

Han pasado algunos años y al fin lo he conseguido, soy invisible, pero no del modo en que soñaba, no. Tengo una invisibilidad selectiva, de ese tipo que solo aparece cuando menos lo deseas: cuando la chica que te gusta no te ve, cuando entre los chicos populares del instituto no reparan en ti, ni siquiera te ven, o cuando tu padre en su propio dolor ha dejado de saber que existes…

Y maldigo la primera vez que deseé ser invisible, y recordé aquella maldita frase también «ten cuidado con lo que deseas porque puede cumplirse» porque se produjo del modo más cruel y despiadado. Me he prometido que no volveré a desear nada más que no dependa de mí mismo, de mi esfuerzo. Nadie me va a regalar nada así que tendré que pelearlo. La adolescencia es dura pero saldré reforzado aunque ahora me cuesta creerlo del todo. Conseguiré ser de nuevo visible porque el poder de la invisibilidad que estoy sufriendo no es real ni es mágico, es simplemente una huida de la verdad. Somos quienes somos y en esta metamorfosis me mostraré con toda mi belleza al final…

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