LA VOZ MISTERIOSA

LA VOZ MISTERIOSA

Durante la primavera de 2001 me encontraba haciendo «mis primeros pinitos» en el mundo de las letras. No sabría hasta mucho más tarde que me apasionaba más de lo que entonces creía. Es un cuento muy corto que por aquel entonces me surgió y aunque no me acuerdo bien de su génesis, estoy convencido de que está inspirado en el libro Juan Salvador Gaviota de Richard Bach. Recomiendo por cierto su lectura. Se lee rápido y es conmovedor. Hace años lo leí. Ahora tal vez no me sugeriría lo mismo. Ya se sabe que como hablábamos en otra de las entradas, la percepción varía según vamos creciendo.

En cualquier caso ahí va este cuento.

Se llamaba Nicolás y como todos buscaba ser feliz, mas no sabía el modo de obrar para conseguir tan anhelado sueño. No sentía atracción por nada en especial. Tampoco se veía con potencial para destacar en ningún aspecto. Salía muy poco porque apenas tenía amigos. Cuando flirteaba con alguna chica, solo obtenía rechazo. No era capaz de exteriorizar sus sentimientos. Tenía ese miedo que muchas personas desarrollaban ante lo extraño, lo diferente, a contradecir lo que la sociedad estipulaba como correcto o funcionalmente bueno.

Vivía en el seno de una familia acomodada económicamente pero carente de comprensión hacia ese joven que descubría un mundo, que no era tal y como él creía en realidad, sino lo que su castrador entorno le mostraba, lo que le permitían ver según los criterios “universales”.

Esta situación no era demasiado inusual en su cotidianidad, por tanto, él acataba lo que se le decía, sin que primase otro instinto más que la aceptación. Sus escasos amigos, “raros” como él, coincidían en este modo de vida. No tenía patrón por el que comparar lo que deseaba en la vida, y lo que es más importante, para decidir si era todo aquello lo más conveniente para él. Formaba parte de la cultura de su pueblo, un lugar pequeño y de recatadas maneras de vivir. 

Paseaba Nicolás una mañana a solas con su silencio y sus pensamientos acerca de su monótona existencia. Entonces alzó la vista a un cielo tan abierto como alcanzaban sus ojos y halló un hecho insólito. Sus pupilas se dilataron, su corazón comenzó a bombear con fuerza, y una sensación extraordinaria de libertad le recorrió la espina dorsal. Había hecho ese ejercicio anteriormente sin estimularse tan febrilmente como aquella mañana. Bajo la amplia cúpula celeste se elevaba majestuosa un ave cuya raza era incapaz de determinar. Volaba junto a sus congéneres, no obstante, el modo de hacerlo difería del vuelo de sus compañeras de viaje. No atinaba a esclarecer cuáles eran los movimientos del pájaro que lo hacían tan especial, aunque Nicolás apreciaba claramente la distinción.

Comenzó a divagar sobre los motivos que le conducían a admirar a aquel animal. Pensó que podía atribuirse a la velocidad, mas al momento se dijo que tal vez se trataba de un acelerón puntual que cualquier otro podía realizar. Después otro pensamiento fugaz cruzó su mente y se dijo en voz alta – ¿Será posible que el batir de sus alas sea más prolongado, o serán las piruetas? – la idea se desvaneció rápidamente en el momento en que otro grupo de pajarillos hizo los mismos movimientos. Entonces se preguntaba por qué se fijaba en él, dejándole tan atónito.

La respuesta no tardó en hacerse oír en aquel bosquecillo pese a la incredulidad despertada en nuestro protagonista. 

-Tú mismo sin saberlo, has dejado escapar tu yo auténtico, esa parte de ti que, aunque no conoce las cosas que debería, sabe que algo no va bien.

Nicolás no daba crédito a lo que escuchaba y respondió a aquella voz. – ¿Acaso me estoy volviendo loco, o bien es cierto que he escuchado una voz sin que un cuerpo la emita? – la voz contestó que era real y que estaba en lo cierto, sin embargo, sí había un cuerpo que emitía el sonido, y era él mismo. 

Nicolás inmediatamente contestó – ¿Y por qué después de diecisiete años apareces?

La voz respondió – Ahora es la ocasión. Antes no hubieses soportado la verdad. Hoy te encuentras preparado, en el sitio y momento adecuados para proceder a un cambio en tu vida, lo que conocemos como crecimiento o madurez.

Se produjo un silencio estremecedor. El joven compungido y con un ramalazo de pánico preguntó entrecortado – ¿Pero si al crecer nos hacemos más sabios, por qué duele tanto? 

La pregunta dejó a aquella voz sin respuesta. Era la primera vez que alguien cuestionaba algo tan sencillo. Esa voz que era la voz que surgía en los niños antes de hacerse hombres, no sabía que responder. Al fin dijo – la vida no es sencilla. Nadie dijo que así fuese. A lo largo de ella tendrás muchos instantes similares a este, en los que otras voces aflorarán. No seré yo nunca más pero seguiré siendo parte de ti.  Después de hoy desapareceré pues el origen de los problemas serán otros y por tanto alguien con más experiencia que yo, te ayudará. 

Después de decir esta última verdad, la voz se desvaneció al igual que lo hacía el sol en aquel atardecer tan hermoso…

No regresó ninguna voz ese día, ni el siguiente ni el de después. Entonces, al cabo del tiempo comprendió que existen distintos caminos divergentes del principal, que podemos sortearlos, emprenderlos o sentarnos en una roca frente a un riachuelo para contemplarlos. Aprendió una dura y valiosa lección al mismo tiempo. En su camino cada uno estaba solo. Los demás ayudaban y acompañaban, sin embargo, su mejor compañía de ahora en adelante sería Nicolás. Ese amigo que se había reencontrado en el bosque sería infinito y entre los dos tratarían de buscar la felicidad tan ansiada.

No fue en aquel entonces cuando fue consciente, sino mucho más tarde, acerca de aquella búsqueda y la manera de dominar sus voces. El modo sería escucharlas cuando saliesen a su encuentro y elegir cómo se enfrentaría a los hechos cambiantes de su vida.

Eso volvió a suceder años después, pero esa es otra historia…

FIN

Espero os haya gustado o al menos, hecho reflexionar sobre algo ¿Qué es lo que os sugiere este pequeño texto? ¿Hay algo que queráis compartir después de su lectura?

Estaré encantado de poder hablar sobre ello con quien saque un ratito para hacer algún comentario. Muchas gracias.

Un abrazo y hasta pronto…

7 comentarios

  1. Sara

    Todos tenemos ese yo, esa vocecita interior que nos conoce como nadie y a la que deberíamos escuchar más a menudo. Creo que, debido al ritmo de vida que llevamos, no prestamos la atención que deberíamos a ese yo.
    Estaría bien dedicar unos minutos al día a la reflexión, pararnos, prestarnos atención a nosotros mismos, hacernos preguntas e intentar buscar respuestas no sólo cuando algo nos preocupa, sino también haciendo autocrítica hacia nosotros mismos, no se, se me ocurre… como si fuesen autoevaluaciones.. del tipo quien soy o quien quiero ser, puedo cambiar algo??, eso es lo que me sugiere el cuento.

    • Hola Sara. Pues esa es una reflexión muy buena porque es el enfoque que creo que pretendía darle al cuento. Y digo creo porque hace casi 20 años de él. En cualquier caso se trata de una voz, la mía de entonces que se solapa con la mía adulta de hoy. Y estamos completamente de acuerdo en este punto. Se trata de esa voz que tenemos todos dentro y que nos muestra una luz que nos aleja de zonas oscuras.
      De hecho creo que llevamos una ritmo de vida tan rápido que nos perdemos eso y no nos escuchamos. Hay demasiado ruido a nuestro alrededor.
      Gracias por el enfoque.

  2. Yol

    Estando de acuerdo con vosotros, el ritmo de vida que llevamos nos arrastra a un frenesí que acaba siendo arrollador y nos dejamos llevar porque al final forma parte de una rutina … Pararse a escucharnos, además de ser un ejercicio que puede parecer difícil por no encontrar el momento, es difícil además porque cuando a veces te paras y lo haces, y te escuchas, y entonces te haces preguntas , y cuando tienes la valentía de responderte, hay veces que las respuestas pueden ser dolorosas, o comprometidas, y cuando nos planteamos temas de fondo que exigen, en ocasiones, cambios y sacrificios, es cuando si no nos sentimos con fuerzas en ese momento, nos volvemos a subir a ese tren que es nuestra rutina, y nos volvemos a adormecer con el frenesí diario, porque así, el no tomar decisiones duele menos … Mi moraleja, para seguir evolucionando cada uno individualmente, tenemos que ser valientes y escucharnos.
    A esta reflexión me ha llevado tu cuento Sergio. Gracias de nuevo por «pararme a pensar». 😘. Y otra reflexión, a mí está pandemia me está ayudando a pararme (obligado te veas) y es algo que me está sirviendo de mucho.

    • Qué comentario tan cargado de emotividad. ¡¡Me encanta!! Qué bueno es desempolvar los recuerdos y darle al botón de pausa algunas veces. Es cierto que eso en ocasiones nos lleva a momentos de inquietud pero al menos es positivo reconocerlo y tratar de pulsarlo en la medida de lo posible, aunque sean tan solo unos minutos.
      Me vuelvo a alegrar además de compartir este tipo de reflexiones tan necesarias como reveladoras.
      Gracias Yolanda.

  3. Paloma González

    Hay momentos puntuales en tu vida, en los que de repente, tomas conciencia de que tienes que cambiar, o decidir, o girar… yo los recuerdo perfectamente, esa frase que hace click en tu cerebro, esa imagen que queda archivada en tu imaginario personal como algo clave para ti, ese encuentro fortuito con otra persona….
    tu cuento me ha evocado esos momentos…

    • Cualquier texto, imagen u olor que te retrotraiga a algún momento pasado, ya sea bueno (para revivirlo) o malo (para tratar de aprender de ello) y que se transforme en algo evocador es algo magnífico. Pararse a mirar dentro de uno es simplemente imprescindible.
      Ojalá sigamos escuchando nuestra voz y alejar cada vez más los atronadores ruidos.
      Un beso Paloma y gracias por tu aporte.

  4. Acabo de leer tu cuento y en efecto, me viene a la memoria uno de mis tres libros preferidos, Juan Salvador Gaviota. Parte del ser humano muere sin haber encontrado su propio yo, ya que ni siquiera sabía que existía. Pero una vez que se sabe que está ahí, hay que luchar por intentar alcanzarlo.
    Una vez más con tus cuentos, reflexiones, libros haces algo que no deja indiferente: PENSAR.
    No dejes de soñar…

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Volver arriba