DÍA 26: ABANDONO

DÍA 26: ABANDONO

Las veces que te sentías vencido por la nostalgia se acercaba a tu lado y junto al fuego a tus pies se tumbaba. Me producía una ternura infinita observaros, quietos, uno tan cerca del otro en una imagen sacada de una postal. Me apoyaba en el quicio de la puerta y me quedaba disfrutando ese momento, esa quietud, temiendo el instante en que la pena se volviera a apoderar de ti.

Otras veces sin que lo supieras, os observaba paseando en el parque, tú corriendo tras tu fiel amigo, con la correa en la mano sin poderle alcanzar. Tu risa se oía a kilómetros, ese sonido que me embriagaba y que ya no alcanzo a escuchar aun me persigue allá donde voy. Estoy intentando encontrarla pero quedó muda, atrapada en mi quebranto. Porque puedo huir de vosotros, pero no puedo escaparme de mí.

Hace un tiempo creía tener lo que deseaba, cuando mis días se sucedían sin otra aflicción que episodios banales. Todo parecía rodar en una cuesta que se inclinaba hacia el infinito, sin esfuerzos, ni lamentos. Parece ahora otra vida, cuando era feliz.

No soporto estas cuatro paredes que antaño eran cómplices de nuestra dicha y ahora apenas pueden soportar la angustia y el ambiente opresivo. Las gotas que se arrastran por las ventanas ya no son lluvia, se trata de las lágrimas de nuestro hogar, llorando por tu marcha, echándote de menos. Te prometo que lo estoy intentando hijo mío… intento vencer el dolor.

Sin ti ya no soy fuerte, no me desprendo del desconsuelo. No puedo mirar a tu padre porque ya no tiene su rostro que se cambió por el tuyo. No quisimos creer que cuando tu risa se iba apagando podría llegar a extinguirse. Me puse una venda en los ojos para no contemplar la verdad. Él siempre lo tuvo más claro pero yo lo solía negar. Si no hubiese sido tan necia… Creí que oponiéndome a la certeza, a esa detestable enfermedad podríamos vencer juntos, que unidos encararíamos a la tristeza que se adueñó de ti.

Todavía recuerdo esa mañana, cuando aquel teléfono sonó. Lo había logrado… En la pugna entre la risa y la tristeza, fue la segunda la que venció.

No me consuela que digan que otras almas así se extraviaron, que aquel trastorno no tiene compasión. Me maldigo de forma constante, me invade la ira y la frustración.

Solo me cabe decirte adiós. Ni siquiera miro hacia atrás. No me queda ya nada. Dejo tan solo una carta para él pidiéndole perdón. Me disculpo por ser cobarde, por ser la culpable de todo lo que pasó. Sé que hoy le abandono y que no me perdonará. No puedo censurarle, para él también es duro pero me tengo que marchar.

Hay quien lo llama abandono. Muerte del alma lo llamo yo…

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