EL INFINITO EN UN JUNCO

EL INFINITO EN UN JUNCO

En primer lugar, quiero mencionar a mi amiga Paloma porque gracias a ella esta entrada puede ser difundida. Me hizo un regalo que yo a su vez, deseo compartir con quien se pasee por estas líneas. 

El título de la misma es originado por el título de una novela “El infinito en un junco” de la escritora Irene Vallejo.

He de decir que soy un absoluto enamorado de la Historia (en mayúsculas) que nos precede, así como de las pequeñas historias (en minúscula), cuentos y aventuras que son narrados con cariño, acierto y gran poder de seducción.

Este libro contado con gran capacidad narrativa, cuenta el origen de los libros, de cómo se inventaron, de cómo pudieron navegar de los grandes oradores hasta las librerías de nuestras casas o las grandes bibliotecas. Todo ello amenizado en un viaje, porque además es un libro de viajes, de magia, de conectar el pasado con el presente con maestría y brillantez, pero huyendo de la pedantería y lo barroco, sabiendo llegar y sabiendo hacer sentir.

Es de agradecer también que la autora, se desnude un poco, mostrando parte de su alma solapándose con los fantasmas del pasado que tanto han aportado para que nuestra cultura sea tal y como la conocemos ahora, para bien o para mal. Ya se sabe que para gustos… 

En definitiva, se trata de una obra maravillosa que en sus más de 400 páginas entraña misterios, crímenes, espionaje, conocimiento, sabiduría, episodios de la historia que prácticamente parecen sucederse delante de tus ojos, tal es su capacidad inmersiva. Y se circunscribe tanto en el mundo contemporáneo como en el moderno, pasando por el propio universo particular de la autora que muestra retazos de sus propios sentimientos.

Dejo muestra de algunos pasajes, que son, con permiso de Irene, nada más que un aperitivo, con el fin de que abran el apetito lector de quienes hayan llegado hasta aquí aguijoneados por la curiosidad. Creo que merece la pena asomarse al principio de nuestros tiempos e ir avanzando de la mano de esta maravillosa contadora de cuentos.

Uno de sus párrafos dice así: 

“Hablemos por un momento de ti, que lees estas líneas. Ahora mismo, con el libro abierto entre las manos, te dedicas a una actividad misteriosa e inquietante, aunque la costumbre te impide asombrarte por lo que haces. Piénsalo bien. Estás en silencio, recorriendo con la vista hileras de letras que tienen sentido para ti y te comunican ideas independientes del mundo que te rodea ahora mismo. Te has retirado, por decirlo así, a una habitación interior donde te hablan personas ausentes, es decir, fantasmas visibles solo para ti (en este caso mi yo espectral). Has creado una realidad paralela parecida a la ilusión cinematográfica, una realidad que depende solo de ti… Hay un aura casi mágica en todo esto…”

Qué maravillosa manera de describir algo tan supuestamente sencillo y mecánico como es leer y que hacemos a diario cuando nos metemos en Instagram, o enviamos un whatsapp, o simplemente leemos en qué parada nos tenemos que bajar. 

Unas páginas más adelante, hace una comparativa entre un pergamino, algo tan antiguo, y la piel humana en el día de hoy a través de los tatuajes. No tiene desperdicio y dice así:

“Siempre me ha intrigado saber qué escribe la gente en el libro de su piel. Una vez conocí a un tatuador y hablamos sobre su oficio. La mayoría, me dijo, se tatúa con el deseo de recordar para siempre… Otros clientes eligen frases positivas, letras de canciones pop, poemas… Creo que el tatuaje es una supervivencia del pensamiento mágico, el rastro de una fe ancestral en el aura de las palabras…»

Este párrafo es más largo y detallado, pero no quería hacerlo demasiado extenso porque a raíz de esta introducción que he acortado, expone un hecho histórico que bien merece la pena contar sin apócope alguno. Continúa así:“…En una época de grandes turbulencias políticas, un general ateniense llamado Histieo quería azuzar a su yerno Aristágoras, tirano de Mileto, para hacer estallar una revuelta contra el Imperio Persa. Se trataba de una conspiración altamente peligrosa en la que ambos se iban a jugar la vida. Los caminos estaban vigilados y previsiblemente a los mensajeros de Aristágoras los registrarían antes de llegar a Mileto, en la actual Turquía. ¿Dónde llevar escondida una carta que les condenaba a la tortura y una muerte lenta si se descubría? EL general tuvo una idea ingeniosa: le afeitó la cabeza al más leal de su esclavo, le tatuó un mensaje en el cuero cabelludo y esperó a que le creciese de nuevo el pelo. Las palabras tatuadas eran: “Histieo a Aristágoras: subleva Jonia”. Cuando el pelo nuevo despuntó cubriendo la consigna subversiva, envió al esclavo a Mileto. Para mayor seguridad, el esclavo no sabía nada de la conjura. Solo tenía órdenes de afeitarse el cabello en casa de Aristágoras y decirle que echase una ojeada a su cráneo pelado…”

El texto sigue un poco más pero el mensaje queda claro, y no solo para Aristágoras. 

Pocas veces puede leerse un ensayo, una novela o una historia que posea un amor tan inmenso a la literatura, a los libros y lo que ellos nos proporcionan. Cuando leí un párrafo en concreto, sentí que el alma «se me ponía de gallina». Lo parafraseo entero y lo comparto por creer que todo el mundo debería acercarse a este sentimiento. Me ha gustado leer desde que recuerdo, y este pensamiento de la autora no hace sino inspirarme todavía más en esta maravillosa actividad. Dice lo siguiente a colación del incendio de la Biblioteca Nacional de Sarajevo:

«Arturo Pérez-Reverte, entonces corresponsal de guerra, contempló el fuego de la artillería y el incendio. A la mañana siguiente pudo ver, en el suelo de la devastada biblioteca, los escombros de las paredes y las escaleras, los restos de manuscritos que nadie volvería a leer, obras de arte desmembradas: cuando un libro arde, cuando un libro es destruido, cuando un libro muere, hay algo de nosotros mismos que se mutila irremediablemente. Cuando un libro arde, mueren todas las vidas que lo hicieron posible, todas las vidas en él contenidas y todas las vidas a las que el libro hubiera podido dar, en el futuro, Calor y conocimientos, inteligencia, goce y esperanza. Destruir un libro es, literalmente, asesinar el alma del hombre».

Tengo muchos pasajes señalados por lo que dicen y en muchas otras ocasiones por cómo Irene lo cuenta. Como mi intención es ofrecer un aperitivo y no llegar siquiera al primer plato, quien desee sumergirse en este libro tan excitante, deberá hacerse con él y estoy seguro de que con sus palabras y con vuestra imaginación, saldréis gratamente reconfortados.

Y por si todo esto fuera poco, el final del libro cuenta con un índice onomástico de casi 10 páginas que como un libro de texto, o mejor aún, me sirven para releer lo que nos cuentan todos los personajes que aparecen en el texto y que como fantasmas nos siguen acompañando en el magnífico mundo de las letras, aportando su sabiduría, su negligencia, su soberbia o su luz propia.

Enhorabuena Irene Vallejo y gracias por abrirme tu mundo mágico.

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