DÍA 21: CARICIA

DÍA 21: CARICIA

Tus dedos acarician las teclas solemnes y certeros. El rictus en tu rostro no permite intuir tus emociones pero yo te conozco y sé que estás disfrutando. La sonata me invita a soñar. Posees la llave que encaja en las fantasías y los anhelos.

Sientes la música vibrar, después con tus manos la trasladas a mis oídos e invade cada rincón de mi consciencia hasta desvanecerse. Has hecho de tu instrumento un medio para conversar, para dirigirte a los demás y mostrar tu universo tal cual lo sientes. Después te bajas del escenario, tan tímida y callada, pareces otra persona. Miras con turbación desdibujándose aquella fuerza y seguridad que minutos antes se centraba en ti, irradiando a tu alrededor un carrusel de color y deleite.

Ahora toco esas manos que tan fácilmente prodigan soberbias caricias. Tú me miras sin saber qué decir. Nunca has sido buena en oratoria, por eso elegiste tocar.

Y un día decides contarme qué es lo que te sucede. Aquel día que te pusiste a llorar. Me confiesas que te asusta el futuro, que el instante en que tengas que dejar la música te atormenta. No sabrías cómo continuar. Sin tu piano, sin su caricia…

Eres propietaria de una extinta genialidad, de esas que solo tienen los talentosos, los que se dedican a algo en su vida con todo su empeño, abandonando lo demás. Por ello se paga un precio, vivir en la nostalgia por incomprensión, porque tu singularidad es abundante y fecunda, porque no conoce límites.

Yo te seguiré por el escenario, no porque estés sola, no por ser singular, sino porque el modo en que siento contigo no lo quiero desperdiciar, porque el día que paren tu manos la música ya no sonará…

Un comentario

  1. Qué bonito cuando un instrumentalista conecta con su instrumento acariciándolo en un diálogo que sólo ambos conocen y que hacen que todos los que escuchemos nos quedemos absortos sintiendo esas caricias en nuestros oídos. A veces incluso cerrando los ojos puedes sentir como las notas se cuelan por la piel erizando el vello con sus caricias. «Que no paren las manos…»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Volver arriba